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México, D.F., 3 de diciembre de 2011 (Quadratín).- Justo después de que, pasados los nueve meses de las reglas de la naturaleza, dio a luz al candidato presidencial, Enrique Peña Nieto, el presidente del PRI, Humberto Moreira, dejó el cargo, en medio del desprestigio y la censura que ocasionaron, por lo menos, que las estructuras partidistas estén crujiendo.
A principios de marzo, después de varias semanas de versiones, rumores y altas expectativas acerca de las múltiples cualidades del gobernador de Coahuila, Moreira dejó en el camino al líder de la CNOP, Emilio Gamboa Patrón, quien encabezaba las preferencias para suceder a Beatriz Paredes Rangel, en la presidencia del partido.
Se exaltó su carácter echado pa´delante, su capacidad estratégica, su vinculación con la profesora Elba Esther Gordillo Morales, a cuyo apoyo debía la gubernatura. Inauguraba, según sus panegiristas, la nueva era que iniciaba el PRI. Sin embargo, su desgaste fue creciente y tan apabullante que no hubo tiempo de conocer sus virtudes. Sus exabruptos o reacciones ante los ataques pasaron de la iracundia, al silencio y de ahí al ostracismo, desde donde construyó, las alianzas con el Partido Verde y con el Partido Nueva Alianza, a quienes ofreció, sin duda, más de lo que merecen. A cambio, sin embargo, garantiza los pocos puntos entre los dos pueden aportar en la elección presidencial, pero que pueden ser definitivos.
Al PRI le ocurre exactamente lo mismo que a aquellas empresas en las que los dos socios principales tienen el 48 por ciento cada uno, pero el que determina el rumbo de la institución es el que posee apenas el 4 por ciento. El PRI de Enrique Peña Nieto, puede lucir y presumir una nueva cara, joven y limpia, fresca y natural, pero cuando se fotografía con sus socios se vuelve inverosímil
Moreira oculta ahora las verdaderas razones de su salida y dice que renunció para no permitir que una guerra mediática dañe a su partido, pero también porque confío en un hombre que es la esperanza de México, que es Enrique Peña Nieto.
El daño ya fue consumado.
Ahora se dedicará, en cuerpo y alma, a aclarar que todo de lo que se le acusó, es falso. Sin darse cuenta mordió el anzuelo o, como se dice en el dominó, cayó en el garlito. Contribuirá, con el afán u obsesión de limpiar su imagen o recuperar prestigio (¿?), a que la ciudadanía dude de la renovación del priismo. Lo que llama persecución mediática continuará porque los procesos legales tardan mucho tiempo. El candidato presidencial, Enrique Peña Nieto, tendrá que seguirlo llevando sobre sus hombros en los meses de precampaña y luego, de campaña presidencial.
Ahora vendrá la sustitución de Cristina Díaz, presidenta interina del partido, quien capoteará a personajes y grupos que desean o necesitan hacerse de la estructura formal del partido. En primer lugar, están los miembros del equipo cercano del candidato, desde el ex gobernador de Hidalgo, Miguel Osorio Chong, quien con discreción y eficacia ha operado el ungimiento de alianzas y candidatura, mientras Moreira se defendía, hasta quienes acompañaron en el gabinete o en el partido al ex gobernador del estado de México.
El equipo de Peña Nieto es de cercanos y leales y han valorado la conveniencia de que, uno de ellos, desde ahora, dirija el partido. Es decir, evitar o neutralizar hasta la más mínima fisura al equipo que busca la Presidencia de la República y enfrentar la andanada que el propio candidato advierte como la principal amenaza para desprestigiar al partido.
En efecto, el PRI tiene un candidato carismático, posicionado y prestigiado con un partido desprestigiado, frágil, desintegrado y abandonado. Tiene razón el candidato Peña Nieto prestigia al PRI, pero el PRI desprestigia a Peña Nieto.
Ahí está el verdadero desafío al que se enfrenta el priismo. Ojalá y encuentre a un dirigente capaz de modificar ese escenario.
De marzo a la fecha, el PRI ganó cuatro elecciones de gobiernos estatales: Coahuila, Nayarit, Estado de México y Michoacán.
Desde ahora, aparece la candidatura del senador Pedro Joaquín Coldwell para ser el nuevo dirigente nacional priista.
Originario de Quintana Roo, el posible sucesor de Moreira es un experimentado político que sería como la antípoda del estilo de Moreira, vinculado tanto al salinismo como al zedillismo, las dos grandes vertientes en que se divide el PRI actual.
Solo el estilo distante de problemas de Peña lo mantendrá aislado, a salvo quizá de la crisis, la división y el descrédito del priismo tradicional.